Se terminaron las vacaciones en España, después de tres meses de disfrutar de nuestra tierra con nuestra gente. Y digo DISFRUTAR, con mayúsculas, porque eso hemos hecho y sobre todo de las cosas sencillas. De las comidas, de los paseos, del estar con la familia, de la montaña, de quedar con unos y con otros, de las fiestas, de los interminables cafés, de los planes improvisados, de las cenas hasta las tantas, de ir al mercado con mi padre, de estar en la tienda con mi hermana, de estar con mis sobrinos, de las comidas de los sábados y los domingos con los nuestros, de polisixto... de cosas tan banales que hacíamos antes y que ahora valoramos tanto. Y es que volver a nuestra zona de confort unos meses al año nos recarga las pilas, porque está muy bien y muy de moda eso de salir de tu zona de confort, para aprender de las dificultades, pero cuando vuelves a tu casa, a tu hábitat que tan bien conoces, te das cuentas que viene bien un poco de relajación y todo lo ves con otros ojos, sabes apreciar más todo lo que tienes.
Pero como todo lo bueno no dura para siempre, hay que seguir, volver al trabajo a la rutina y a nuestra aventura por los EEUU, que tampoco se está tan mal. Para hacer esa transición mas llevadera, decidimos aprovechar nuestra escala en Chicago para visitar la ciudad.
Salimos de Barcelona con destino Chicago, llegamos por la tarde y entre maletas, recoger coche de alquiler y cansancio del viaje , decidimos ir directos al hotel y madrugar para aprovechar el día, que ya conocemos el yet lag que se padece a la vuelta de España. En efecto a las 4 de la mañana ya estábamos todos con los ojos como platos, y hasta las 6 no daban el desayuno. Fuimos los primeros, así que sobre las 7 a.m ya estábamos rumbo al centro de Chicago.
Primera parada al centro neurálgico de la ciudad, al parque "Millenium Park", es enorme y tiene muchas cosas para ver. Nosotros fuimos primero a la fuente "Buckingham Fountain", es considerada una de las
fuentes más bonitas del país. Lo verdaderamente interesante de la fuente son
las vistas que se tienen del skyline de Chicago desde ese punto, además en teoría
hay espectáculos de luces y sonido acompañados por enormes chorros de agua que
alcanzan los 40 metros, que hacen cada hora desde las 9 a las 22. Nosotros no vimos ni los chorros, ni las luces, ni la música, eran las 7:30 de la mañana...a cambio tuvimos la suerte de visitar el parque casi para nosotros solos, cero aglomeraciones.
De lo que mas nos impactó fue Crown Fountain, una
placita rectangular flanqueada por dos enormes torres con pantallas led donde
van apareciendo caras de personas. Lo mejor es que cada rato de sus bocas
salen enormes chorros.
Y llegamos a la atracción más famosa de la ciudad: “The Bean”, aunque su nombre de pila es “Cloud Gate”, popularmente se lo conoce como The Bean, por su característica forma una judía. Esta obra de arte espejada captura la atención de los visitantes que se reflejan en ella. Si queréis sacar una buena foto os recomiendo visitarlo bien temprano por la mañana, antes de que se llene de gente.
Al lado del Millennium Park, se encuentra el Instituto de Arte de Chicago, uno de los museos más importantes y antiguos.Frente al museo, fuimos en busca de una curiosidad: el cartel que marca el inicio de la mítica
Ruta 66, que empieza en Chicago y termina en Los Ángeles, y podemos decir hemos estado en los dos sitios.
Seguimos caminado por las calles de Chicago, hasta llegar a River walk, un paseo al lado del río muy agradable que nos llevó al Navy Pier. Navy Pier es un muelle convertido en una atracción turística de donde parten embarcaciones que recorren el Lago Michigan mostrando la arquitectura de la ciudad, y allí se encuentran varios juegos típicos de feria, como una noria y un carrusel junto a un centro comercial con unos jardines interiores alucinantes. Comimos en la pizzería, que tanto nos habían recomendado; Giordano’s, son autenticas bombas pero están buenísimas, sería totalmente lo contrario a una pizza extrafina, hay que probarlas y recuerda no pedir mucha cantidad.
Con las pilas cargadas fuimos a ver la conocida playa de Chicago, Oak Street, es una playa de agua dulce, con hamacas, sombrillas, arena y hasta con un chiringuito con el nombre de "Caffe Oliva".
Y de allí nos fuimos al tercer rascacielos mas alto de Chicago; la Torre Hancock, que tiene una de las mejores vistas de la ciudad y del lago Michigan. hay dos opciones subir al observatorio de 360º situado en la planta 94, y vale unos $35 o subir al Bar de la planta 96 con cristales panorámicos y solo pagas lo que consumas, nos hicimos un refresco cada uno y nos costó como una entrada al observatorio, bastante más económico y mas relajado.
Seguimos visitando el Teatro de Chicago, Unión Station y cuando el sol se escondió volvimos a The Bean, para ver Chicago de noche reflejado en la judía, totalmente recomendable. Cenar, y a dormir.
Nuestro último día en Chicago fue mas relajado, por la mañana visitamos el Lincoln Park Zoo, volvimos al Dowtown para volver a callejear por una de las ciudades más “caminables” de Estados Unidos, los rascacielos nunca desaparecen y hay algunos que te hipnotizan, como los edificios de las Marina Towers, en sus primeras
plantas: son las que están destinadas a los aparcamientos y solo verás la parte
trasera de los coches, al parecer tienen aparcacoches profesionales para clavar
el coche en su sitio, para que nadie se quede con el acelerador a fondo
y salga volando. En el Pabellón Jay Pritzker, también conocido como “La Concha Acústica¨ pudimos disfrutar de un concierto, es al aire libre y tiene una acústica brutal.
Antes de llegar al aeropuerto paseamos por el barrio chino de Chicago, pero después de estar por el de San Francisco parecía mas pequeño . Y con estos días por Chicago dimos por finalizas nuestras vacaciones de verano.
Ahora empezamos un nuevo curso, con amigos que siguen en esta aventura, con otros que ya no están y los echamos de menos...y con gente nueva que empieza una nueva etapa aquí en Austin. En el siguiente post os cuento todas las novedades que tenemos en este nuevos curso escolar.
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