martes, 12 de diciembre de 2017

Las Vegas, Cañón del Colorado, Antylope Canyon




Nuestro viaje por vacaciones de Thanksgiving fue especial, lo teníamos pensado casi desde el principio, y tuvimos la gran suerte de hacerlo acompañados con dos personas que tanto echábamos de menos. Con mis padres, nos convertimos en 7 socarrats por Las Vegas.

Cogimos un avión en Austin con dirección Las Vegas, el punto de encuentro con mis padres fue en el aeropuerto, ellos tenían el vuelo Alicante- Las Vegas y ambos llegábamos con una hora de diferencia. Solo bajar del avión te encuentras lleno de máquinas tragaperras, antes de coger la maleta ya puedes empezar con el vicio, muy fuerte. Después del esperado reencuentro, que tanta falta nos hacía, nos dirigimos a por el coche de alquiler que ya teníamos reservado previamente. Un Dodge de 7 plazas en el que estuvimos muy anchos y muy cómodos. De allí al hotel a dar señales de vida, y después quisimos dar una vuelta por Las Vegas, primero con el coche para hacernos una idea. La calle Strip, donde están todos los hoteles más importantes, es muy larga y no puedes dejar de parpadear; Nueva York, la Torre Eiffel, Venecia, Roma…luces, luces, millones de luces. Pasamos por una calle con cientos de capillas para casarte, tal vez en otra ocasión volvamos. Fuimos directos a la calle Fremont, es la parte antigua de Las Vegas, es peatonal y tiene todo el techo de luces, por supuesto esta todo de casinos y gente de lo más variopinta por la calle, cenamos y volvimos al hotel que al día siguiente nos esperaba otras sorpresas.

La idea en un principio era salir de buena mañana hacia el Gran Cañón del Colorado para ver el atardecer, pero nos había impresionado tanto Las Vegas la noche anterior que pospusimos salir hasta el mediodía. Antes que nada fuimos al típico cartel de Las Vegas, que si no te haces allí la foto es como si no hubieras ido, siempre suele haber cola, al ser tan pronto, no había mucha gente. Fue una mañana de pateo, aparcamos en el Hotel del Castillo de Excalibur. Puedes entrar a todos los hoteles. Los hoteles son temáticos, es como un parque de atracciones. Dentro tienen; un casino, por supuesto, tiendas, restaurantes, el hall, que suele ser espectacular. Cuando sales todo está conectado por escaleras mecánicas y puentes para cruzar la calle sin molestar a los coches. La distribución me encantó, porque esta estudiado para circular sin problemas y poder ver todo.

Del Castillo de Excalibur, pasamos al de Nueva York, al de Paris y el del Bellagio…espectacular, el hall, los pasillos, la decoración navideña, las tiendas, los techos, los jardines. Llegamos hasta la mitad, y ya nos volvimos, aún nos quedaba un día más a la vuelta por Las Vegas.

El camino hacia el Gran Cañón es muy bonito porque es como si estuvieras viendo una película, son rectas interminables, todo desierto y con montañas rocosas. Pasamos del estado de Nevada al estado de Arizona. Típicos paisajes de las pelis de indios y vaqueros. Cogimos la ruta 66, el atardecer fue precioso, y ya de noche llegamos a Williams, un pueblecito dentro de la ruta 66 que está cerca del gran Cañón y es una pasada. Han conservado el espíritu del lejano Oeste con los años 50, era tal cual el pueblo de “Cars”.

Al día siguiente, directos al Gran Cañón del Colorado, cuando entras al parque vale la pena entrar en el pabellón del visitante y que te expliquen que miradores son mejores y poder ver una película de unos 20 minutos que explica como se ha formado el cañón. Después ya coges un autobús donde va haciendo paradas en todos los miradores, tienes la opción de hacerlo  pie o con bici. Nosotros lo hicimos en el autobús, y en un día nos recorrimos todo el parque. Nos encantó, es uno de esos sitios donde hay que ir, impresiona, porque es como si vieras las montañas desde arriba, indescriptible. En el último mirador nos esperamos a ver el atardecer, y aunque se nubló, ese ratito compartido con J, mis hijos y mis padres siempre lo voy a recordar…

Después del atardecer nos dirigimos a Page, un pueblo cerca de la frontera del estado de Utah, donde cenamos y pasamos la noche. Por la mañana teníamos una cita previa para poder entrar al Antylope Canyon, en tierra de los Indios Navajos, una de las joyas que les queda a los nativos. Hay dos Antylopes Canyon el Upper y el Lower (el de arriba y el de abajo) como tienes que pedir cita con mucha antelación, yo la pedí como un mes antes y el Lower ya estaba lleno y pedí en Upper, que era un poco mas caro. Pero creemos que valió la pena, porque hay menos gente y el paseo con el 4x4, antes de llegar al Antylope, fue genial. Son túneles de color naranja brillante que se han tallado por inundaciones repetidas y erosión, y da la sensación que vas hacia las entrañas de la tierra, tienes que verlo para creerlo. Las mejores vistas son en verano donde la luz cae directa y las vistas son espectaculares. El guía te va explicando e incluso te hace y te dice donde tomar las mejores fotografías.

A 7 kilómetros de allí fuimos a ver la curva de la herradura, Horseshoe Bend, una autentica pasada de sitio que también recomendamos. Y ya con los ojos hipnotizados de todo lo que habíamos visto, regresamos a Las Vegas, esa noche nos alojamos en el Hotel Circus.


Un hotel enorme, con una montaña rusa dentro y todo tipo de atracciones, un casino interminable, que para acceder a las habitaciones crees que no llegas nunca. Esa tarde vimos el espectáculo del fuego que hacen en los jardines del hotel Miracle y el de las fuentes del Hotel Bellagio, muy recomendables los dos y gratis. Duran unos 5 minutos y se repiten cada media hora. Al ser de noche volvimos a pasear por las Vegas pero en toda su esencia, todo iluminado, hasta el mínimo detalle, una ciudad espectacular. Y no, no jugamos, a parte que con niños tampoco puedes, pero la gente juega…y mucho, una locura!

Al día siguiente, antes de coger el vuelo para regresar a Austin, fuimos a ver las Seven Magic Montains, unas piedras grandes de colores en medio de la nada, bueno, nos hicimos algunas fotos y al aeropuerto. Regresamos a Austin, deseando enseñar a mis padres donde vivimos y mostrar lo bonita que es Austin, pero eso da para otro post…